Experiencias colectivas de aprendizaje en el territorio para construcción de ciudadanías de alta intensidad
La vida universitaria -entendida como una experiencia de formación- no sería tal sin la posibilidad de vivenciar interacciones que ayuden a confrontar la lógica predominante de la educación tecnocrática, que se ha instalado culturalmente en nuestra sociedad en general y en la educación superior, en particular, durante las últimas décadas. Se trata de abrir camino a “la universidad que se necesita en lo plural; la que proporciona soluciones armónicas entre las partes e impulsa el desarrollo de la verdadera democracia, ciencia, tecnología y humanismo”, como refería a la Universidad para el siglo XXI, el sociólogo mexicano Pablo González Casanova.
La universidad, hoy se encuentra desafiada por la nueva normativa de educación superior, impulsándola a comprometerse con su territorio, para que procure procesos formativos integrales que generen profesionales solidarios/as y comprometidos/as con los procesos de transformación de la sociedad. Se trata entonces de adentrarse en la comprensión de las desigualdades, injusticia social, pobrezas, deterioro de la naturaleza, en las relaciones intergeneracionales y las relaciones interculturales, entre tantos otros nudos críticos que desafían la búsqueda de armonía y bienestar en nuestra sociedad.
Para avanzar en esta dirección, la universidad debe derribar muros culturales, que no obstante múltiples procesos de reforma que han transcurrido a lo largo la historia, la retrotraen recurrentemente a posicionarse como la torre de marfil que observa la realidad desde la distancia y la abstracción. El Chile actual encuentra a las universidades en un momento histórico que les exige la creación de espacios y prácticas -a través del cumplimiento de sus funciones de Docencia, Investigación y Vinculación- que dinamicen experiencias concretas.
En un entorno que incrementa la distancia entre la universidad y la sociedad, hace 31 años surgió la experiencia del Programa Internado Rural Interdisciplinario PIRI de la Universidad de La Frontera, que emerge como un espacio de formación en la realidad social, que ubica a la universidad en coherencia con su misión de institución comprometida con la comunidad de la que hace parte.
En este escenario, a partir de la interpretación del sentido universitario al servicio de la sociedad, concitando la movilización y organización de académicas, académicos, estudiantes, líderes sociales e instituciones locales, se logra instalar y luego hacer funcionar un programa que compromete a la Universidad Estatal, con una formación de profesionales aplicada en territorios. Dicho de otra forma, el PIRI, ha colocado a la universidad, en una posición de coherencia entre su declaración y sus prácticas.
En nuestra opinión, la experiencia universitaria de aprendizaje en el territorio, desborda la noción de ciudadanía como acepción que nos refiere a un terreno formal, el de la cultura cívica, el del acudir a las urnas para la elección de representantes. Reemplazándola por la experiencia de implicarse en diagnosticar, proponer y delinear propuestas transformadoras para atender problemas sociales y resolver conflictos, junto a las comunidades y como miembros de una sociedad diversa y plural.
Ciudadanías inconformistas, ciudadanías que denuncien, pero que también anuncien, ciudadanías solidarias y participativas, construyendo una ciudadanía de alta intensidad. Desde esta perspectiva se logrará vivenciar la democracia como un sistema de convivencia, dándole a los sujetos la capacidad de realizar actuaciones colectivas para superar problemáticas o concretar aspiraciones comunes.
Mg. Marcelo Carrasco Henríquez
Académico Departamento de Salud Pública y Departamento de Trabajo Social
Coordinador Programa Internado Rural Interdisciplinario, PIRI.